Hoy es un día de esos en los que me invaden un cúmulo de sentimientos. Extraño a la persona que quiero, deseo tenerla a mi lado. Veo una película intensa como Pearl Habor para que mis ojos se empañen de tantos sentimientos encontrados. Me vuelvo más sensible que nunca y todo me emociona con una intensidad descomunal. Mis recuerdos me invaden, pienso en él, en los momentos vividos juntos. Mi corazón se acelera con ganas de llamarlo. Me paro, pienso, medito pero mi corazón ya no puede más y le llamo. Su voz calma a este corazón que anda ansioso de tenerlo a mi lado. Dicen que lo mejor para evitar la tentación es sucumbirse a ella. Pues hoy ando más tentada que nunca y quiero sucumbirme en su voz, en su sonrisa, en su mirada y en todo lo que tenga que ver con él.
Esta escena es preciosa cuando hacen el amor rodeados de paracaídas blancos. Juegan al escondite, se pierden por esas telas blancas y acaban sucumbiendo a esos deseos de amor que llevan dentro. Los dos han sufrido una gran pérdida, él a un gran amigo y ella al amor de su vida pero no hay nada que no pueda curar ese amor y esa atracción desenfrenada que sienten el uno por el otro. Por una vez son ellos mismos y se dejan llevar porque contra la batalla del amor no hay vencedores ni perdedores, sólo hay amor.
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